jueves, 23 de diciembre de 2010

Relatos Rabaneiros: El viaje que nunca fue

En Pelando Rábanos acabamos de vivir (o sufrir) una aventura digna de ser contada públicamente, una epopeya merecedora de ser guardada en la memoria colectiva y de perdurar en el tiempo siendo transmitida de generación en generación como parte de la tradición oral del pueblo iberélfico. Porque nunca un viaje fue tan duro y breve a partes iguales. A continuación pasamos a narraros en primera persona los hechos acaecidos. Pongan las cervezas en el balcón para que se refresquen y las palomitas en el microondas (no más de 4 minutos, que salen quemadas!).

Todo comenzó un 21 de Diciembre. Esta fecha es por todos conocida por ser el día más corto del año. Lo que no sabíamos en ese momento era que para nosotros este solsticio de invierno de 2010 sería por siempre recordado como posiblemente el día más largo de nuestra noble existencia. Paradojas de la vida. Caprichos del destino.

Dice un viejo proverbio chino que hasta el viaje más largo comienza con un paso. También es bien sabido que toda aventura épica debe comenzar en las horas previas a la salida del Sol. Así que una vez listas las maletas, ese primer paso de nuestro viaje sería el tomar el bus que nos llevase desde Turku hasta el aeropuerto de Helsinki. Cabe destacar que el horario elegido para empezar nuestra particular epopeya fue el de las 3h00 am (una hora mu poco flamenca). Inicialmente dudamos entre echarnos a dormir un par de horas antes de salir, o aguantar despiertos hasta la partida. Al final nos decantamos por la opción B, menos recomendable desde el punto de vista fisiológico, pero que pensamos que nos permitiría acumular un cansancio extra que agradeceríamos a la hora de dormir en los 3 transportes previstos: bus Turku-Helsinki, vuelo europeo Helsinki-Frankfurt, y vuelo transoceánico Frankfurt-Bogotá. Así, estuvimos matando el tiempo entre la cena y la salida del viaje ultimando la maleta y viendo una película en la tele: “El mundo perdido”. Sí, es esa película de casi 3 horas en la que los protagonistas se embarcan en un viaje hacia un remoto lugar donde encuentran con otras civilizaciones, con eslabones perdidos medio monos – medio humanos (esos aun existen, creo que los llaman canis) y hasta con dinosaurios. Quería decirnos algo el karma con la emisión de esta película en las horas previas a nuestro viaje? Seguramente. Pero no adelantemos acontecimientos.

Cuando el reloj marcaba las 2h50 am agarramos nuestros equipajes y partimos hacia lo desconocido. Bueno, en realidad fuimos hasta la conocida parada del bus del aeropuerto. Hacían unos agradables -7 C, la ausencia de viento mientras surcábamos la bella noche turkulainen hacía qua la ligera nieve cayese grácilmente sobre nosotros a lo largo de nuestro breve camino a pie hacia nuestro próximo destino. Avanzamos inexorables, siempre adelante, con alegría y confianza, ignorantes de la sorpresa que el cruel destino nos tenía preparada para esa mágica fecha. Una vez en la parada, el horizonte se abrió y de entre las tinieblas apareció una silueta fantasmagórica. Un solitario bus rompía la monotonía de la noche en su lento pero imparable avance hacia nuestra posición. A unos metros de nuestras sombras el gigante de metal se detuvo. Un misterioso rótulo luminoso, apenas visible por la penumbra y el hielo acumulado durante los cientos de kilómetros recorridos, indicaría el siguiente destino de nuestra epopeya: “Helsinki Lentoasema” (N. del T. En idioma élfico esta antigua inscripción parece significar algo parecido a “aeropuerto de Helsinki”). Tras un cruce de frías miradas y unos breves instantes de silenciosa tensión, el guardián de la puerta lateral accedió a dejarnos pasar a cambio de unas monedas de oro, y penetramos en las entrañas de la bestia…




Como escribir historias épicas en plan Tolkien se hace pesado tanto para el escritor como para el lector, probemos continuando el relato en el clásico estilo rabaneiro, aunque dando algo de color con unas pinceladas de saramaguismo. Es nuestro humilde homenaje a este grande de la literatura universal.

El viaje en autobús fue tranquilo y agradable. No habría más de 15 personas, y fuimos a sentarnos al lado de una joven que iba acompañada de un niño de un año y pico. Eso hizo saltar todas las alarmas: niño + viaje = infierno. Pero una de las cosas buenas de salir a horas intempestivas es que las criaturitas duermen angelicalmente, y no oímos nada durante todo el trayecto.

Llegamos al aeropuerto a eso de las 5h30, y fuimos directos a las pantallas a comprobar el estado de nuestro vuelo: “Delayed 1h05”. No estaba mal, contando con que media Europa estaba teniendo serios problemas de tráfico aéreo. Decidimos ir a los mostradores de Lufthansa a facturar las maletas para así tener luego tiempo de desayunar con tranquilidad, de hacer compras, dormir… en las casi 4 horas que nos quedaban hasta la salida del vuelo. Estando en la cola descubrimos que antes teníamos que sacar las tarjetas de embarque en unas máquinas. Por suerte había poca gente y me dio tiempo a ir mientras la Negris seguía en la cola con las maletas de ambos. Tras facturar pasamos el control de seguridad sin incidencias (nada de “control aleatorio” esta vez), visitamos varias tiendas, y desayunamos unos ricos munkkis con cafés en tazas de Marimekko, y cuando nos queríamos dar cuenta ya había llegado la hora de embarcar. La Nandimamma me requirió un SMS para indicarle si todo andaba bien. Tras enviarle el tranquilizador mensaje de que estábamos a punto de embarcar, no pasaron ni 2 minutos cuando dijeron por la megafonía “señores pasajeros bla bla bla el vuelo de Frankfurt ha sido cancelado”. Ley de Murphy en estado puro. Y es aquí donde comienza realmente nuestra aventura, y las pinceladas saramaguistas.

Los minutos posteriores al aviso fueron de caos total, la gente, incrédula una parte, ofuscada otra, desorientada la mayoría, buscó refugio en el mostrador de la compañía aérea, Pero qué debemos hacer, preguntaban unos, Y ahora que pasa, Debo llegar a tiempo a casa para pasar la Navidad en familia, se quejaban otros, Deben bajar la escalera y saliendo a la izquierda pueden recuperar sus equipajes, Y luego qué?, En el mostrador de la compañía les informarán sobre lo que hacer. En situaciones desesperadas es cuando el ser humano se hace más humano, es cuando se ven las dos caras de la naturaleza del hombre, una social tendente a confiar y apoyarse en los demás, y otra despiadada e individualista que vela por sus propios intereses, y sucede que tiende a imperar una u otra según la naturaleza de la catástrofe acaecida y del grado de desesperación de los implicados. En esos primeros momentos tras la cancelación del vuelo imperaba la colaboración con el prójimo, por lo que entre todos fueron indicándose el camino hasta la cinta donde recuperar las maletas, unas veces usando el inglés, a veces en español, y a veces en el universal lenguaje de los gestos. Tras recuperar los equipajes continuó la ayuda mutua hasta encontrar los mostradores de la compañía aérea, donde ya estaba comenzando a perfilarse una larga cola. Eran las 9h30 de la mañana, y ahora no había otra cosa que hacer que esperar que llegara el turno de ser atendidos y ver si solucionaban particularmente cada viaje. Fueron pasando las horas. La velocidad a la que avanzaba la cola era desesperante, por lo que los viajeros comenzaban a hablar entre ellos contándose sus vidas, al no existir muchas actividades posibles aparte de esperar, siempre reconforta saber que no se está solo, parece que si un problema es compartido por otros se siente que es menos problema, Desde que llegué hace 3 horas solo he avanzado lo equivalente a este cartel, decía una colombiana, Pues yo apuesto a que son unas 2 horas lo que nos queda hasta la ventanilla, respondió una judía residente en la capital y que iba a tierra santa a pasar las fiestas, Yo quiero ser optimista y digo que solo hora y media, dijo un sevillano, marido de la colombiana, y en esas fueron hablando y compartiendo datos acerca de su pasado y de su presente, excepto la judía, que por alguna extraña razón nunca dio información acerca de sus actividades. Pasaron más horas sin que sucediese nada destacable. Una azafata de la compañía aérea había comenzado a repartir tickets de comida a los clientes, algo que los viajeros agradecieron, teniendo en cuenta que ya era casi mediodía y algunos habían llegado al aeropuerto hacían más de seis horas. La confianza generada entre los vecinos de fila a lo largo de las horas de espera era ahora manifiesta, Perdone le importa avanzarme las maletas mientras voy a comer, Sin problema, Eso si avanzamos algo, Cierto, Seguramente cuando venga de almorzar el equipaje siga en el mismo lugar, No se preocupe, coma tranquila que no hay prisa, parece que esto va para largo. Un grupo de viajeros aprovechaba para hacer preguntas y quejarse la azafata que repartía los tickets de comida, Esto es indignante, que un aeropuerto así no esté preparado para la nieve, Caballero el problema no es nuestro, es del aeropuerto de destino que ha cerrado, Pero es que es incomprensible que cierren por un poco de nieve, Señor, vea las noticias, esto ha sido algo inusual, no es un invierno cualquiera, Verdad, yo he oído que en otros sitios se les ha acabado el anticongelante, Es una vergüenza que nos traten así, Señora es todo lo que podemos hacer, estamos tratando de reubicar a todo el mundo, pero lleva tiempo, les ruego un poco de paciencia.




Fueron pasando más horas y echando cuentas algunos llevaban ya 12 horas en el aeropuerto y 8 en la cola, y aun les faltaba por recorrer. Resultaba curioso que a pesar de no haber dormido esa noche los efectos del cansancio no eran tan evidentes, seguramente porque para estar cansado hace falta realizar alguna actividad, sea física o mental, y estar esperando no es que sea un desgaste importante ni para el cuerpo ni para la mente. Aunque a esas alturas del día se iba notando una transición de la verticalidad hacia la horizontalidad, lo que horas antes era gente de pie y paseando para matar el rato se había convertido en un reguero de personas sentadas en los asientos de espera de la sala, y si no en las maletas, en el suelo, e incluso en algunas sillas de bar que habían tomado prestadas de la cercana zona de restaurantes. La judía hacía tiempo que había abandonado la cola, había tenido suerte y había arreglado por teléfono que la compañía aérea le devolviese el dinero del billete, y había comprado otro independientemente para volar al día siguiente. Tras más de 10 horas en la cola y casi 14 en el aeropuerto le tocó el turno al sevillano y a la colombiana, Siento mucho todo lo que habéis tenido que esperar, a ver si podemos encontrar algo para que podáis viajar, pero os advierto que los vuelos transatlánticos están complicados, dijo la empleada de la compañía aérea. Era una mujer rubia de edad cercana a la jubilación, que poseía una mirada maternal y tranquilizadora, además de altas dosis de un ingrediente que si fuera más habitual entre las personas el mundo sería sin duda un lugar mejor: EMPATIA. No era como esos horribles funcionarios capaces de tratar al usuario sin mirarlo a la cara, y sin ser consciente de que detrás de un nombre y un número de documento hay una persona con una vida llena de circunstancias y sentimientos, tanto propios como de familiares y amigos. La empleada se preocupó de verdad por la pareja que tenía ante ella, Una colombiana que ha pasado hace un rato ha tenido que viajar en 3 días y haciendo 4 escalas, para que veáis lo complicado del asunto, mucha gente está optando por no viajar y que le devuelvan el dinero del vuelo. Esas palabras fueron como un frio puñal clavándose en el corazón de la colombiana, No importa, lo que sea con tal de pasar las fiestas en familia, aunque sea unos días más tarde, dijo. Tras más de media hora de mucho tantear posibilidades, finalmente salió una ruta que permitiría volar a la colombiana y al sevillano (no la desvelaremos para no adelantar acontecimientos. Tendréis detalles pronto en vuestro blog favorito), aunque sacrificando la cena de Nochebuena. Aparte del nuevo vuelo, la empática empleada ofreció a la pareja unos tickets de comida para cenar, y un taxi para volver a la casa, algo que estos agradecieron enormemente, porque habían salido hacía casi 18 horas y solo habían comido el desayuno y una ensalada. Tras despedirse de los vecinos de fila, los que habían sido su familia y sus mejores amigos durante el día más largo, fueron a otra ventanilla a pedir el taxi que les llevaría de regreso a su hogar, con una extraña sensación, mezcla de tristeza e impotencia por no haber podido volar, y de alivio por el fin de la espera y por haber al menos conseguido tener una segunda oportunidad para intentarlo de nuevo.



El viaje de regreso fue tranquilo y agradable. Esta vez iban solos con el conductor, y lo pasaron hablando por teléfono con las familias para contarle lo acontecido, comiendo la cena adquirida gracias a los tickets de la compañía aérea, y escribiendo el inicio de este relato. A unos metros de llegar a la casa, sucedió algo que nunca antes les había pasado: un zorro estaba en medio de la carretera, como esperándolos. El taxista frenó y el zorro se apartó tranquilamente a un lado, donde quedó entre los coches aparcados mirándolos fijamente. El conductor comentó que antes no se solían ver estos animales en las ciudades, pero que ahora están empezando a verse con más frecuencia. No se puede vencer a la Naturaleza. Aunque el hombre crea que está por fin domesticando la Tierra, esta se encarga de recordarle lo contrario. Ni siquiera una de las mayores obras de ingeniería humana, los aviones, se libra de sus caprichos, vengan en forma de volcán islandés o de nevada invernal. Precisamente la mágica aparición del zorro fue el recurso utilizado por Gaia para recordar a nuestros protagonistas que el ser humano es solo uno de los muchos habitantes del planeta.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Si os llega a pasar esto mismo en España,os
"jartáis" de reir.Eso si que hubiése sido una
experiencia "maravillosa".

Anónimo dijo...

ILLO LO DEL ZORRO ME HA LLEGADO...QUE BUENROLLISMO ECOLÓGICO


MANUCHAO

Anónimo dijo...

aqui a la nieve le llaman controladores y ni te dan de comer ni pagan taxi ni na de nà,seguro que en el segundo intento teneis suerte.Animo Negris!
Nandimamà.

Anónimo dijo...

Acabo de leer una parte del zozobrante viaje Navideño, tu madre nos lo decía, pero me parecia una fantasía si no lo veo por mis propios ojos. ¿ Te dás cuenta que en la vida hay situaciones nunca soñadas? Túi no podrías imaginar que un viaje preparado hasta el ultimo detalle, terminara como hasta el momento ha sucedido.¿ Cuantos capitulos más te falta, para decir YA ESTOY DEVUELTA A CASA.YA HE TERMINADO EL VIAJE DE VACACIONES NAVIDEÑAS ? Lo esperamos con impaciencia, porque esto es una novela por entregas.
Los yeyos.

Nando dijo...

Hemos llegado por fin a Colombia. En breve una nueva entrada sobre este viaje ÉPICO.
Abrazos!